Tras las lluvias acaecidas el mes de marzo el olivar experimentó una recuperación sustancial. Es así que se ha mantenido ese estado de mejoría hasta hace unos pocos días. Tras el intenso verano que hemos soportado, el olivo también ha sufrido con ese exceso de calor. La ausencia de tormentas, propias de décadas anteriores, y la sequía que cada día es más acusada, han dado como resultado un estrés hídrico en el olivo: su fruto, la aceituna, se está deshidratando y ello dará lugar a la pérdida del mismo.
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